viernes, 27 de febrero de 2009

Globo

Voy hasta la esquina de Alberdi y Murguiondo.
Apenas cruzo la calle, el vendedor de globos gira su cabeza y me mira, como si un mensaje telepático le hubiera avisado de mi presencia.
Le pido un globo enorme, amarillo, con un anillo verde alrededor que me hace acordar a Saturno.
Camino unas cuadras hasta la plaza y me escondo en el lugar mas alejado para que nadie me vea, levanto la mano lo mas alto posible y me agacho.
Ojalá que nadie me descubra.
Pego un salto, el mas alto que haya dado en mi vida.
Y empiezo a flotar. Primero con algunos breves descensos pero luego todo se estabiliza y sigo subiendo.
Puedo ver todo el barrio, los autos, el techo de mi casa, las avenidas, el hospital y el cielo que se me acerca.
Si alguien pregunta por mi, díganle que no vuelvo mas.

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