Miro.
Luego, duermo.
Aunque mis párpados sean transparentes sigo mirando el sol
hasta cegarme.
Muerdo.
Luego, adolezco.
Quiero seguir con las encías enfermas para poder chupar
limones sin madurar.
Sudo.
Luego, soy.
En el hervor de las tardes de verano, una frazada me cubre
de la indiferencia.
Sangro.
Luego, lloro.
Quiero mis cicatrices ardiendo bajo el alcohol transpirado
de las almas condenadas.
Camino.
Luego, regreso.
La carne desnuda de los desterrados forra la planta de mis
pies.
Respiro.
Luego, existo.
Nada mas importa.