La curiosidad pudo mas que la razón (como siempre).
Lito tomó entre sus manos la cabeza de su madre y empezó a vaciarla con una cucharita de té metiéndola por su oído.
Ella apenas se resistió, y mientras pudo, escuchó el ruido del metal.
El frio de la cuchara le congeló los labios. Mas tarde la sangre los volvió a entibiar pero ya era demasiado tarde.
Lito siguió con sus intrigas eternas, decidido ya a no buscar mas respuestas.
2 comentarios:
esta lleno de niños como Lito en el mundo.
beso!
laura
bueh, menos mal que los mios no son tan niños entonces
gracias!
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