Jugar a la escondida en Luján no es nada del otro mundo, salvo que nadie, una vez empezada la cuenta, vuelve a aparecer.
De esta manera, el pibe que cuenta es en algún sentido el mas afortunado, hasta que le toque a él ser el que se esconde.
Y yo mismo, revirtiendo el sentido del juego, sigo buscando la piedra para gritar piedra libre, pero ni siquiera se en que lugar estoy escondido.
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