...”yo te espío, pero me descubrís. No lo noto,
y el juego sigue indefinidamente”...
G. Olgado
Habían pasado varios días desde que los principios de la fusión nuclear se vieran contundentemente demostrados sobre 100.000 japoneses. Para esa época, el Sr. Kuroki se había alistado en el Escuadrón de Aviadores Kamikaze, esperando ser convocado para cumplir con su misión.
Si bien era un hombre valiente, íntimamente deseaba que algo hiciera frustrar esta posibilidad, un sentimiento parecido al Cristo de los cristianos, quien recibió como única respuesta el silencio de su padre (que finalmente lo llevó a la muerte) cuando lo asaltó la duda del terror de la cruz.
Cuando el Sr. Kuroki ingresó al escuadrón, formalizó los juramentos de lealtad a la patria y al Emperador, renunciando con esto a su propia vida, y tomó un breve entrenamiento de manejo de aviones. No se sentía muy distinto a cualquier combatiente, de alguna manera todos son kamikazes dispuestos a morir o a convertir en héroe al enemigo. La diferencia estaba en que él era su propia bala trazadora que irónicamente nunca sabría si había dado en el blanco. Tampoco iba a tener un avión con las marcas de los barcos hundidos en el fuselaje, ni podría ver como la ciudad se viste de flores en su honor.
Cuando el día de la rendición llegó (un vocablo que no figuraba en la imaginación de nadie), sintió un gran alivio. Sus dudas ya no lo molestaban ni se planteaba cuan leal al emperador era. Se volvió a meter en la vorágine de la rutina y siguió con su trabajo de mantenimiento en un edificio público, donde también vivía.
Sus vecinos nunca sospecharon lo que este hombre hubiera sido capaz de hacer.
y el juego sigue indefinidamente”...
G. Olgado
Habían pasado varios días desde que los principios de la fusión nuclear se vieran contundentemente demostrados sobre 100.000 japoneses. Para esa época, el Sr. Kuroki se había alistado en el Escuadrón de Aviadores Kamikaze, esperando ser convocado para cumplir con su misión.
Si bien era un hombre valiente, íntimamente deseaba que algo hiciera frustrar esta posibilidad, un sentimiento parecido al Cristo de los cristianos, quien recibió como única respuesta el silencio de su padre (que finalmente lo llevó a la muerte) cuando lo asaltó la duda del terror de la cruz.
Cuando el Sr. Kuroki ingresó al escuadrón, formalizó los juramentos de lealtad a la patria y al Emperador, renunciando con esto a su propia vida, y tomó un breve entrenamiento de manejo de aviones. No se sentía muy distinto a cualquier combatiente, de alguna manera todos son kamikazes dispuestos a morir o a convertir en héroe al enemigo. La diferencia estaba en que él era su propia bala trazadora que irónicamente nunca sabría si había dado en el blanco. Tampoco iba a tener un avión con las marcas de los barcos hundidos en el fuselaje, ni podría ver como la ciudad se viste de flores en su honor.
Cuando el día de la rendición llegó (un vocablo que no figuraba en la imaginación de nadie), sintió un gran alivio. Sus dudas ya no lo molestaban ni se planteaba cuan leal al emperador era. Se volvió a meter en la vorágine de la rutina y siguió con su trabajo de mantenimiento en un edificio público, donde también vivía.
Sus vecinos nunca sospecharon lo que este hombre hubiera sido capaz de hacer.
1 comentario:
gracias!!!! feliz cumple para vos tambien!
abrazo
f
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